Una simple bolsa de plástico, por ejemplo, puede tardar en descomponerse de media en torno a los 150 años. Las mascarillas desechables, grandes protagonistas de la pandemia, llevan implícita una cifra espeluznante: hasta 400 años pueden tardar en degradarse.

Los niños de la Escuela Primaria Mauro Caldelón de la comunidad local de Tumbez tuvieron la oportunidad de poner a prueba sus conocimientos sobre la durabilidad de distintos materiales. Junto con voluntarios del Forest.ink en el Bosque Medicinal, preparamos un juego en el que los niños no sólo tenían que identificar objetos del jardín que no pertenecen a la naturaleza, sino también determinar cuántos años tardarían en descomponerse completamente en la naturaleza mediante un cuestionario.
Algunos de los resultados sorprendieron a los niños. Por ejemplo, los pañales de bebé duran 500 años, y las pilas más de 1.000 años antes de descomponerse por completo. O incluso el poliestireno o el vidrio, que tardan hasta 10.000 años.
Qué acostumbrados nos hemos vuelto a los distintos tipos de envases que aportan más comodidad a nuestras vidas. No encontramos información sobre la carga que estos envases suponen para las generaciones futuras de nuestro planeta.
Un enfoque reflexivo por parte de nosotros, los adultos, los padres y los profesores puede dar un ejemplo positivo a los niños. Deberíamos preocuparnos por ellos y por el futuro de nuestra naturaleza.
El programa de reciclaje de Ecuador aún está en desarrollo y todavía podemos mejorar muchas cosas. El dibujo del artista Roy Gallardo nos da una idea de los envases que debemos evitar. Pidamos en la tienda que NO nos ponen la compra en bolsas o envases de plástico. Llevemos nuestra propia bolsa o caja. Incluso ese pequeño gesto sería suficiente si todo el mundo lo hiciera.
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